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Aviso, este artículo puede herir la sensibilidad de los lectores, debido a su explícito contenido. 

Esta semana, me he decantado por un artículo relacionado con los homicidas más macabros de la historia. Todos los que, con frecuencia escribimos, de vez en cuando caemos en la tentación de narrar un clásico sea del ámbito que sea. Personalmente, al escribir este nuevo artículo no pude evitar dejar caer en mis manos las investigaciones de Jack El Destripador, o el creador de la «auténtica casa del terror» H.H. Holmes. Pero decidí dejar estos legendarios psicópatas para más adelante y desviar mis investigaciones hacia ciertos criminales que, aunque no son tan conocidos, están considerados entre los asesinos más peligrosos que han existido jamás.

No me fue fácil tener que decidir solamente uno entre todos ellos, puesto que al indagar con varios personajes homicidas, he tenido la suerte ó la desgracia de toparme con casos realmente aterradores. He de confesar también que las horas que he dedicado a este artículo y por tanto horas que han sido meramente centradas en leer una y otra vez casos de asesinatos y macabras torturas, no me han resultado en absoluto ni fáciles ni de agrado, ha sido duro y difícil revivir cada caso para poder plasmarlo con la mayor realidad y minuciosidad posible. Vuelvo a avisar por tanto, que todo aquel que crea verse afectada su sensibilidad debido a la narración que muestro a continuación, por favor que no continúe leyendo.
Una vez remarcada la advertencia, para aquellos que se han quedado entre las primeras líneas de este párrafo, espero volver a encontrarme con ellos en los próximos artículos y para los que han decidido continuar, le invito a adentrarse conmigo en una de las mentes más macabras que el ser humano ha tenido la habilidad de forjar por sí solo.  Les presento a :

Albert Fish

Bajo el sobrenombre de «Albert» Hamilton Fish nació en Washington el 19 de Mayo de 1870. Provenía de una familia con antecedentes psiquiátricos y enfermedades mentales. Sus padres, él 43 años mayor que ella, tuvieron 5 hijos, de los cuales Albert (el hijo mayor) murió en un desafortunado incidente del que no se conocen sus causas. Hamilton era el pequeño de los 5 hermanos y en su adolescencia tomó la decisión de cambiar su nombre por el de su hermano fallecido, para evitar las burlas que se producían en torno a su persona llamándolo Ham and eggs ( huevos con jamón ). Conocido como «el vampiro de Brookling» y «el hombre gris u hombre lobo«, Albert Fish a la edad de 5 años y debido a la repentina muerte de su padre por un infarto de miocardio, fue enviado a un orfanato donde comenzó a recibir vejaciones, palizas y abusos sexuales. Fue ahí cuando comenzó a descubrir el placer por el dolor. A medida que los años pasaban Fish disfrutaba cada vez más con las vejaciones que recibía provocándole erecciones cada vez que ésto sucedía. El placer por esa sensación de dolor llegó a tal extremo que a los 10 años de edad Fish comenzó a clavarse en los genitales agujas, en su mayoría oxidadas.

radiografía hecha post mortem de la pelvis de Fish en la que se observan las 29 agujas que se clavó en los testículos

Su madre consiguió un empleo cuando éste tenía 11 años y consiguió cuidarle y sacarlo del orfanato, pero los años allí pasados habían dejado huella en la ya hereditaria mente psicótica de Albert.
 A la edad de 12 años ya comenzó a tener relaciones homosexuales y a mostrar interés por las prácticas de la coprofilia y la urolagnia.
Fish se pasaba muchos fines de semana visitando baños públicos de caballeros en los que se masturbaba mientras espiaba a los hombres que allí entraban.
Con 14 años se mudó con su madre y sus hermanos a la ciudad de Nueva York donde según sus propias declaraciones comenzó a ejercer la prostitución y a violar a niños. Es en esta etapa cuando el muchacho comienza a coleccionar recortes de caníbales y empieza a sentirse identificado con ellos.
A los 22 años, Fish se casó por obligación y por orden de su madre con una muchacha 9 años más joven que él y tuvieron 6 hijos en común.

Antes de cumplir los 30, Fish fue arrestado por malversación de fondos, condenado y encarcelado en la prisión de Sing Sing en la que mantuvo relaciones con distintos hombres.
Un lustro después y tras haber salido de la carcel, el hombre gris comenzó a trabajar como pintor de casas, mientras mantenida activa su vejatoria afición, pues llegó a violar a más de 100 niños, generalmente menores de 6 años.

En Enero de 1917, su esposa lo abandona por otro hombre al enterarse de sus continuas visitas a burdeles para ser golpeado y azotado. Tras este abandono Fish comienza a oír voces que le inducen a cometer los primeros asesinatos. Pero el más sonado de todos fue el secuestro de Grace Budd.

Albert Fish que ya contaba con 58 años de edad, se hizo pasar por un afable granjero con el nombre de Frank Howard y se acercó a la casa de los Budd, los cuales tenían 4 hijos, con la excusa de querer contratar para trabajar en su granja al mayor de todos, Edward Budd. Una vez cerrado el acuerdo Fish  se inventó una segunda excusa, según él, había una fiesta en casa de una hermana suya y quería llevarse a Grace Budd, la pequeña de todos los hermanos, con él para que ésta disfrutara fiesta familiar. Su madre aceptó y Fish se alejó aquella tarde de allí con la niña para no volver nunca más.

Imagen de la joven grace budd, foto tomada con 9 años de edad

Siete años después de su desaparición, en noviembre de 1934, una carta anónima fue enviada a los padres de la niña lo que condujo a la policía hacia Albert Fish. La aterradora carta decía lo siguiente:

«Estimada Señora Budd. En 1894 un amigo mío fue enviado como asistente de plataforma en el barco de vapor Tacoma, el Capitán John Davis. Al llegar ahí él y otros dos fueron a tierra y se emborracharon. Cuando regresaron, el barco se había marchado. En aquel tiempo había hambruna en China. La carne de cualquier tipo costaba de 1 a 3 dólares la libra. Tan grande era el sufrimiento entre lo más pobres que todos los niños menores de 12 años eran vendidos como alimentos para mantener a los demás y evitar morir de hambre. Un chico o chica menores de 14 años no estaban seguros en las calles; por lo que se capturaban y se preparaban en trozos. Usted podía entrar a cualquier tienda y pedir un filete o carne para estofado y a usted le servían niño. La parte del cuerpo desnudo de un chico o chica sería sacada de lo que usted quisiera y ésta sería cortada para usted. El trasero de un chico o chica la cual es la parte mas dulce del cuerpo era vendida como chuleta de ternera a un precio muy alto. Mi amigo John permaneció ahí durante mucho tiempo adquiriendo gusto por la carne humana. A su regreso a N.Y. robó a dos chicos uno de 7 y otro de 11 años de edad. Los llevó a su casa los despojó de sus ropas y los ató a un armario. Entonces quemó todo lo que portaban encima. Varias veces, cada día y cada noche, los azotaba y los torturaba para hacer su carne más blanda, buena y tierna. Primero mató al chico de 11 años de edad porque tenía el trasero más gordo y por supuesto una mayor cantidad de carne. Cada parte de su cuerpo fue cocinada y comida excepto la cabeza, huesos e intestinos. Fue asado en el horno, hervido, frito y estofado. El chico pequeño fue el siguiente, fue de la misma manera. En aquel tiempo, yo vivía en la calle 409 E 100 cercana a la suya. Mi amigo me decía frecuentemente cuan buena era la carne humana por lo que decidí probarla.

   El domingo 3 de junio de 1928, yo les visité a ustedes en el 406 W 15 de St. Brought usted puso queso con fresas en la mesa. Almorzamos juntos, Grace se sentó en mi regazo y me besó en la mejilla. Tan dulce y cariñosa se veía que decidí comerla. Utilicé el pretexto de llevarla a una fiesta. Usted dijo que sí, que ella podría ir. La llevé a una casa vacía en Westchester que yo ya había escogido. Cuando llegamos, le dije que se quedara afuera. Ella recogió flores, subí y me quite mis ropas para evitar que éstas se mancharan de sangre. Cuando todo estuvo listo, me asomé a la ventana y la llamé. Entonces me oculté en un armario hasta que ella estuvo en la habitación. Cuando ella me vio completamente desnudo comenzó a llorar y a tratar de correr escaleras abajo. La atrapé y me dijo que se lo diría a su mamá, pero la agarré y la desnudé. Pateó y me arañó. La estrangulé y entonces la corté en pequeños pedazos para poder llevarme la carne más cómodamente. La cociné y me la comí. Cuan dulce y tierno fue su trasero asado en el horno. Me llevó nueve días comer su cuerpo entero. Pero no la violé como hubiera deseado, el hambre me pudo. Murió virgen.”

momento en que se encontraron los restos de la pequeña grace budd

Casa en la que Fish asesinó y descuartizó a la niña

Los padres no podían creer que dicha carta fuera real y la tomaron como una malévola y macabra broma de algún osado vecino que disfrutaba con su desgracia pero el detective William King se dio cuenta de que todos los detalles de la carta coincidían con lo sucedido en el secuestro de la pequeña Budd y la letra de la misma era idéntica a la nota escrita por él hace 7 años en la que aceptaba al mayor de los Budd como empleado en su granja.
El detective King siguió la pista de Fish hasta que consiguió dar con él y detenerlo antes de que éste intentase agredirle con una navaja.

Ambas imágenes forman parte del momento de su detención

Albert Fish con su abogado el día del juicio

Su juicio se efectuó en 1935. En él, Albert Fish alegó locura y con rotundidad afirmó que Dios le exigía matar y violar niños. Los informes psiquiátricos apuntaron a Fish como un hombre sádico, masoquista, exhibicionista, con deseos de castrar a otros y de autocastrarse, fetichista, pedófilo, vouyer, homosexual, copófrago, canibal e hiperhedonista. Por lo tanto no se certificó la locura y el juez ordenó su condena de muerte en la silla eléctrica.

Uno de los macabros instrumentos que Fish utilizaba para azotar a los niños

Tengo la sensación de que todos los que ahora me estáis leyendo, os encontráis sumidos en la incredulidad, la angustia, la rabia, el rechazo, la vergüenza ajena, el dolor y por último el alivio al sentir que por fin esta historia termina y Fish ya no pudo hacer daño a nadie más. Lo siento. Os equivocáis.

En pleno juicio Albert Fish se levantó y confesó su terrorífica lista de crímenes que había cometido. Cuando el juez le preguntó a cuantos niños y adolescentes más había asesinado, Fish contestó : «al llegar a 100 perdí la cuenta, pero comprenda mi gran necesidad por comer carne cruda las noches de luna llena». 

En su terrible y atroz declaración, contó con lujo de detalles lo que hizo con un niño de apenas 4 años llamado Billy Gaffney, la confesión fue terrorífica:

«Lo llevé a los tiraderos de Riker Avenue. Ahí hay una casa que permanece sola, no lejos de donde lo secuestré, es allí donde llevé al chico. Lo despojé, desnudé y até sus manos y pies, lo amordacé con un harapo sucio que recogí en el tiradero. Entonces quemé sus ropas y tiré sus zapatos. Le dejé sólo y desnudo. Regresé y tomé el tranvía de la 59 Street a las 2 a.m. y caminé de ahí a casa. Al siguiente día cerca de las 2 p.m., me llevé herramientas y un muy buen azote. Casero. Con mango corto. Corté uno de mis cinturones a la mitad, corté esas mitades en seis tiras de cerca de 8 pulgadas de largo. Azoté su espalda descubierta hasta que la sangre corrió por sus piernas. Corté las orejas, la nariz, corte la boca de oreja a oreja. Le saqué los ojos. Estaba muerto entonces.Enterré el cuchillo en su vientre y acerqué mi boca a su cuerpo y bebí su sangre. Recogí cuatro sacos viejos de patatas y reuní una pila de piedras. Entonces lo corté en pedazos, puse su nariz y orejas y unas cuantas rajas del vientre en mi mano y lo aparté para más tarde comérmelo. Entonces lo corté por el centro de cuerpo. Apenas debajo del ombligo. Después a través de sus piernas aproximadamente 2 pulgadas debajo de su trasero. Puse ésto con el resto de carne que iría a comerme después. Le corté la cabeza, pies, brazos, manos y las piernas debajo de la rodilla. Coloqué todo ésto dentro de los sacos con piedras, los até y los arrojé en las fosas de agua fangosa que usted verá a lo largo del camino que va a North Beach. Regresé a casa con mi carne. Tenía frente a mí todo lo que me gustaba. Su pene y sus testículos y un agradable y gordo trasero, para asar en el horno y comer. Hice un estofado con sus orejas y nariz, pedazos de su cara y el vientre. Puse cebollas, zanahorias, nabos, apio, sal y pimienta. Estaban muy buenos. Entonces partí su trasero corté pene y testículos y los lavé primero. Puse tiras de tocino entre la carne y lo puse todo en el horno. Entonces escogí 4 cebollas y cuando la carne había asado cerca de 1 de hora, vertí un poco de agua para la salsa de la carne y puse las cebollas. A intervalos frecuentes rocié todo con vino. Así la carne sería agradable y jugosa. Cerca de 2 horas después, estaba agradable, jugosa y muy bien cocinada. Nunca comí un pavo asado que tuviera la mitad del sabor que este dulce niño. Comí cada bocado de carne durante 4 días. Su pequeño pene era dulce como la nuez, pero sus testículos no pude masticarlos. Los arrojé al inodoro.»

Ante aquella terrible escena el juez ordenó la inmediata muerte de Fish y éste fue llevado a la silla eléctrica ese mismo día. Mientras lo llevaban a la silla Fish dijo: «no estoy loco, simplemente soy excéntrico» . En el momento en que Fish iba a ser ejecutado le preguntaron por sus últimas palabras las cuales fueron: «Qué alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío, el único que todavía no he experimentado” . 

La silla «Old Sparky» en la que fue ejecutado

En la primera descarga se produjo un cortocircuito debido a los 29 alfileres que tenía clavados en su pubis, en ese mismo momento Fish soltó una carcajada en un tono burlesco y terrorífico, los allí presentes estupefactos e incrédulos pidieron aumentar la potencia de la corriente eléctrica para terminar con él de una vez por todas. Segundos antes de que el interruptor se accionara por segunda y última vez Fish dijo: «ahora sí… la pesadilla se acabó para siempre». No le faltó razón.

Momento de la ejecución de Albert Fish

Fish sólo pudo ser acusado de 15 crímenes aunque la policía asignó al «vampiro de Brookling» una lista negra de 400 víctimas que cayeron entre sus manos.

A veces vivimos entre los límites que marcan los estereotipos del terror clásico, o el terror que se mueve en ámbitos paralelos a los que diariamente conocemos, aquél que provoca escalofríos y pánico durante, a lo sumo, unas cuantas horas. Pero casi siempre olvidamos que el auténtico terror en la mayoría de los casos supera, con creces, la ficción que la propia mente humana crea, sin ser conscientes de que dentro de ésta existe un patrón que rompe cualquier escala conocida. No sabemos a ciencia cierta de lo que es capaz el ser humano en su estado más primitivo, lo único que sabemos es que cuando una sola mente enloquece, el terror comienza a sembrarse de una forma tan veloz que cuando quieres darte cuenta, ya se ha adueñado de tus miedos y te ha sumergido en ellos.

Para Fish y sus víctimas la pesadilla terminó en 1936, pero la mente humana continua evolucionando y engendrando, quien sabe, historias más sádicas que se escapan de esos límites que nosotros creamos. Hasta entonces, seguiré provocando en vosotros, esos escalofríos, que tantas veces deseamos sentir. 

M. Rubar